viernes, 30 de junio de 2017

Fulbito en Ferrocarril

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¿Cuánto tiempo pasó?, nadie lo sabe...
El Chino corría tan rápido como podía. Sus zancadas hacían de él una especie de zigzagueante cohete que no se detenía ante nada. Las piedras y la tierra bajo él parecían no existir. El balón iba pegado a sus pies mientras sus rivales le salían al paso. El Chino, aquien también decíamos Cohique, siempre fue el mejor jugador que tenía el barrio Ferrocarril, lastimosamente, los demás no estábamos a su nivel, así que ni por su gran calidad podía evitar que el barrio de los Cahuides nos goleen cada vez que jugábamos.
Aquella vez, el Chino había evadido a Carlitos, el mejor de los Cahuis. Cuando este intentó barrerlo, el Chino elevó el balón y el pobre Carlitos pasó de frente como un tren de carga, no solo superado sino humillado.
Nosotros, los Vikingos, avanzábamos hacia el arco contrario. Epa, nuestro recio volante acompañaba la jugada por el lado izquierdo. Por el centro Taco, el famoso Cabezón que se olvidó que estaba de arquero y se fue a acompañar el ataque, pedía al Chino que le suelte la pelota. Lentinni, el zaguero Cahuide se oponía a nuestra conquista. Como último hombre, esperó con paciencia a que Chino decida pasarla a uno de sus compañeros o dirigirse al arco contrario, entonces, hizo un amague de pase cuando Lentinni salió a cortarlo. Taco había llegado hasta Minero, que era el arquero Cahui, y en su desesperación lanzó un grito ensordecedor, acompañado de su típica mentadita de madre, todo lo cual ayudó al Chino a definirse por el pase a Taco. Pésima elección. Lentinni lo intuyó. Taco intentó alcanzar el balón y corrió hacia él. Lentinni estiró la pierna y con la punta de su zapatilla logró cambiar la dirección del balón. Para su mala suerte, Epa venía como un toro dispuesto a vulnerar el arco contrario. Cuando el gol de Epa parecía inevitable, Taco quiso patear también y entre los dos se obstruyeron. Finalmente Lentinni recuperó el balón y salió casi caminando. Por algo le decíamos Lentinni.
La señora Carmela estaba sentada en el hall de la señora Julita.
Cuando Lentinni salió con el balón, la señora Carmela empezó a reírse como solo ella sabe hacerlo. Una sonrisa que dejaba ver su opinión pesimista de nuestro accionar. Murmuraba entre dientes algún comentario a la señora Mila que, fiel a su estilo, nos lanzaba su conocido: "¡Estos son unos maletas!"  A mí me daba risa que las señoras del barrio hagan esos comentarios. Los veía como muy poco serios, pero, en fin, era la hinchada que teníamos.
Piqui le levantó la mano a Lentinni para que le pase el balón. Lentinni podía ser muy Lentinni, pero con la mente era muy Rapidinni. Cuando lanzó el pase, yo me encontraba cerca de Piquichón. El más veloz de los Cahuis.
-¡Bebeto! ¡Que no pase! - El Chino lanzó la orden que debía ser cumplida por sobre todas las cosas.-
La tía Mila no se hizo esperar. ¡Este Bebeto es mas malo!¡Y todavía le dicen Bebeto! ¡Avívate!
Epa y Taco estaban cerca y corrieron para reforzar la defensa. Piqui recibió el balón con el pecho. Corrí a interceptarlo mientras no se encontraba bien posicionado. El balón tocó el piso cuando llegué, Piqui metió el pie debajo del balón y lo cuchareo para hacerlo pasar por encima de mí. Vi el balón elevarse cuando de pronto la señora Mila se dejo escuchar "¡Mira lo que le hicieron a este cojudo!" Piqui pasó por mi lado derecho y amortiguó el balón con el pecho. El camino a la portería estaba despejada. Epa y Taco dejaron de correr y solo atinaban a mirar como Piqui se acercaba al arco Vikingo. Solo un milagro podía evitar el gol. Nada pasó. El balón ingresó lentamente por octava vez consecutiva.
¡Carajo, no pueden hacer un gol! ¡Estos Vikingos no sirven para nada!
Esta vez ya no me daba risa lo que dijo la señora Mila.
Fui por el balón que llegó hasta la casa de Torres. Jairito, su hijo, que se encontraba mirando el partido, cogió entre sus manos el balón y lo tiró hacia mí.
Lo llevé hasta el centro del campo. Con dos goles mas terminaría el partido. Sería la primera vez que no íbamos a anotar. Teníamos que impedirlo.
Puse el balón en el piso. El Chino y Epa estaban a mi lado. Imagino que sintieron mi rabia interior. Lo que hizo Piqui no fue contra mí, fue contra los Vikingos. La afrenta estaba hecha y se debía limpiar el honor de cualquier manera.
¡Vamos, Bebeto! ¡Denles duro a esos Cahuides!
Hasta la señora Mila, más eufórica que nunca, estaba con nosotros. En cambio, la señora Carmela se calmó y observaba nuestros movimientos sin esa sonrisa que solo ella sabe hacer.
Le pasé el balón al Chino que me lo regresó. Entendí la jugada. Paredes hasta la meta. Epa avanzó con nosotros de manera que los Cahuides no supieran a que lado iría el balón.
Di la orden al Wawa para que no suba y cuide el posible pase de contra. El Chino avanzó por el lado izquierdo metiéndose entre Juancho y Minero. Epa lo hizo por el lado derecho, cerca de mí. El pase se hacía obvio. El Chino estiró las dos manos como indicándome el callejón que se mostraba; si el pase llegaba a sus pies el gol sería inevitable.
Piqui salió a marcarme. Él era el más veloz de los Cahuis, pero no marcaba. Se plantó delante de mí. Epa corrió detrás de él y elegí el pase seguro. Por la distancia de Cohique, dude de que el balón llegue a sus pies. Muelón dejó la defensa para acompañarnos. Epa recibió el pase y como se encontraba de espaldas al arco contrario decidió pasar de taco al Muelón. Juancho se dio cuenta de la jugada por la que habíamos optado. Se puso a mi lado para evitar mi participación, pero descuidó a Chino que regresaba como un rayo a ayudar la salida. Carlitos lo siguió por todas partes. Querían neutralizarlo. Después de Cohique, el Muelón era nuestro mejor jugador. Cohique era el cerebro pero Javier le ponía fuerza y no rehuía al choque. Los demás, solo corríamos detrás del balón. Cuando el Muelón se infiltraba por la banda derecha, vio que Cohique corría a su lado, un poco tirado al centro. Sin duda, prefería quedarme un poco más retrasado. Nuestros mejores jugadores iban al frente. Tomé, entonces, la responsabilidad de quedarme en el centro de la cancha para evitar el contragolpe. Epa avanzó un poco. Llegó hasta los tres cuartos de cancha formando un triángulo ofensivo que debía hacer frente a Lentinni, Juancho, Carlitos y poder vulnerar el arco defendido por Minero. El Muelón hizo un amague de retroceder el balón, pero Juancho que se le había pegado, no cayó. Intuyó el pase a Cohique, y cuando el Muelón sirvió hacia adelante, corrió tras el balón logrando cambiarle la dirección, recuperándolo para los Cahuis. El balón, ya en posesión de Lentinni, salió disparado hacia Piquichón. El Piqui recepcionó de pecho a unos pasos de mí. Cuando daba un bote trató de meter el pie para cucharear nuevamente. Mientras el Balón caía, me estiré para evitar la jugada. El balón no alcanzó a tocar el suelo. Logré puntearlo y de paso pasársela a Epa que estuvo pendiente de la jugada.
La señora Mila levantó los brazos mientras gritaba: ¡Así se hace, Bebeto! ¡Siempre creí en ti!
Epa tocó rápidamente a Cohique y así evitó la marca de Carlitos. Mientras Cohique tomaba rumbo al arco Cahui, le salió a la marca Lentinni. Taco había dejado su portería nuevamente y a punta de gritos trataba de que Cohique le pase el balón. Este amagó el pase, pero esta vez Lentinni cayó en la trampa. El cambio de rumbo dejó mal parado a Lentinni y, a Cohique solo lo separaba del arco, Minero. Muelón se separó lo mas que pudo para que Cohique se la pase, sin embargo, este tenía entre ceja y ceja el arco. Cuando Minero salió a cortar, Cohique quebró hacia la derecha, el balón se le fue algo largo. Alcanzó a detenerla al borde da la cancha. Lentinni se había recuperado y regresó a marcar a Cohique, mientras que Juancho hacía lo propio con el Muelón. Con Epa quedó Carlitos. Los Cahuis habían copado toda las zonas defensivas. Cuando noté que había un espacio por donde me podía filtrar hasta campo enemigo, avancé decidido. El Cohique pisó el balón y lo cubrió de la marca de Lentinni que no lo dejaba girar. Sin marca me acerqué a Cohique por el lado derecho. Me pasó el balón mientras se desmarcaba hacia el punto del penal. Lentinni fue por mí mientras dejaba solo a Cohique. Cuando el balón llegó a mis pies toqué suave para Cohique que se había perfilado al arco. Carlitos dejó a Epa para detener a Cohique cuando yo tomé rumbo al arco por el costado derecho. El Muelón copió mi acción por el lado izquierdo. Tres opciones para Cohique. Cañonazo al centro. Pase corto  a derecha donde me encontraba solo. Pase a la derecha para el Muelón. Carlitos notó que Cohique se decidió por el cañonazo y se lanzó en carretilla. Error, pues solo amagó patear y como cerebro Vikingo, pisó el balón mientras el pobre Carlitos pasaba como tren de carga por segunda vez en un par de minutos. Un toque suave y delicado salió de sus pies con rumbo a la parte izquierda del arco. El que no se comió el amague fue Minero ni Lentinni que fueron hacia ese lado para evitar que el balón ingrese a su arco. Minero se tiró para ese lado, en tanto que Lentinni trataba de obstruirlo. Retrocedí hacia el centro para ver mejor la jugada. Mientras el balón llegaba a los pies del Muelón, éste hacía un amague de cañonazo también. Recuerdo todo como si lo viera en cámara lenta. Lentinni pasó delante de mí, mientras Minero estiraba los brazos y cruzaba por el aire en corto vuelo hacia el lado izquierdo de su arco. Al momento que el balón tocaba los pies del Muelón, Minero caía al suelo y una polvareda se levantaba producto de esta colisión. El Muelón paró el balón y me la pasó con un toque rápido. Arco desguarnecido. Pateo al lado derecho del arco pero el cálculo me salió mal y el balón salió rumbo al palo. Solo un milagro haría que ingrese. Taco, que era tan malo como yo en la definición, por eso que lo mandábamos al arco, corría hacia ese lado cuando el balón tocó el palo, que en realidad era un adobe, lo alcanzó en el rebote y con un toque violento perforó el arco Cahuide por primera vez en la partida.
Recuerdo que ese día nos abrazamos al rededor del Cabezón Taco. Salvó la tarde con esa típica rebeldía suya de dejar el arco. Era nuestro primer y único gol de la tarde. La señora Mila saltó feliz mientras abrazaba a la señora Carmela. Celebraba cada pase bueno como si fuera una obra de arte. El gol de Taco fue, para ella como, el de una final de mundial.
Recuerdo que esa tarde perdimos 10 a 1. Pero lo que más recuerdo es la alegría que nos generó ese solitario gol que celebramos con el alma. Han pasado más de 25 años desde aquella tarde de verano. Rara vez veo a mis amigos de aquella época dorada. Pero cada vez que veo un niño correr detrás del balón en su barrio, sonrío al pensar que, no importa dónde me encuentre, siempre, mi mente volverá a aquel lejano día de verano en que, como niños, conquistábamos el mundo a punta de pelotazos fallidos...

La identidad

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¿Quiénes somos?
Identidad, una palabra simple de pronunciar, pero, a la vez, con gran significación. Muchos la han escuchado, sin embargo, pocos saben lo que significa. Según el diccionario, es la conciencia de ser uno mismo y diferente a los demás. Entonces, yo les pregunto: ¿Qué los hace diferentes a los demás? ¿Sus ojos? ¿Su cabello? ¿Su sonrisa? ¿Tal vez su posición social o su color de piel?
Hay personas que se sienten diferentes por lo que llevan fuera. Yo pienso que lo que nos hace parecidos o diferentes es lo que llevamos dentro. El ser honestos, el ser amables, el ser responsables o el amor por tu patria. No importa si en tu país o en tu localidad hay playa o hay nieve. No importa si en tu región se zapatea un buen huayno o se baila un reggaeton lento. El hecho de que me guste algo diferente a lo que te guste a ti, no hace que yo sea menos peruano.
Lo que nos debe unir como hermanos, lo que debe servir para identificarnos en el mundo, no es el pisco o el ceviche, debe ser la forma respetuosa en que nos tratamos y tratamos las manifestaciones culturales de los demás pueblos.
No podemos aspirar a la grandeza si antes no aprendemos a vivir en armonía y paz.
Hoy, los invito a todos ustedes, a que reflexionen sobre lo que somos los peruanos. Yo deseo que seamos reconocidos como una gran nación. Una nación que, a pesar de sus diferencias, sabe basar su identidad en el respeto a todas las sociedades y culturas diferentes a la nuestra.

Es mi mayor sueño.