sábado, 14 de septiembre de 2013

Nefelibata

Cuando la ensoñación hace presa de nuestra humanidad y de pronto nos descubrimos absorbidos en nuestros pensamientos, nos transformamos en nefelibatos. Una palabra que tal vez pueda ser desconocida por muchos de nosotros pero que, sin duda, en la práctica, somos habituales realizadores de ella. A veces, un viejo amor nos abstrae, otras, un problema que no nos deja tranquilos, y las mas, cosas nimias que podríamos dejarlas de lado pero que luchan por quedarse en nuestra mente y adueñarse de nuestro presente. ¿Y, qué es nefelibato? El DRAE nos simplifica el significado: Dicho de una persona: Soñadora, que anda por las nubes. Entonces, ¿a quién no le ha sucedido? Al menos a mí, me sucede cada vez que cojo un libro interesante y sin querer, como dice el Chavo, me descubro viviendo las aventuras que voy leyendo. 

viernes, 13 de septiembre de 2013

Barrio querido...

Hace pocos días volví a pasar por el barrio donde me crié. Sus paredes siguen igual a como eran hace 20 años. El municipio ha puesto asfalto donde solíamos correr aquellas tardes interminables detrás de un balón el Wawa, el Chino, el Muelón, Epa, Taco y toda una pléyade de alocados chiquillos que no teníamos otra preocupación que la de pasar la pelotita por en medio de las piedras que habíamos colocado y hacían de arcos. Hermosas veredas han sido colocadas bajo las paredes. ¡Dios mío!, si a pesar de sus viejas paredes parece un barrio residencial. La iglesia de los mormones marca el ingreso a la segunda cuadra del centenario barrio Ferrocarril. Lugar donde tuve mis primeros amigos y mis primeros amores. Al atardecer de cada día, al ponerse el Sol, las casas arrojaban de sus interiores a aquellos adolescentes que, sintiéndose dueños del mundo, respiraban libertad.
El Viejo Sotelo en el barrio Ferrocarril
Han pasado veinte años y parece que aquellos adolescentes de entonces, hoy padres de familia, padres de hijos que no salen a jugar y que por el contrario, viven atrapados en sus computadoras, hubiesen dejado de existir. El mundo de hoy, ya no tiene adolescentes que  se creen dueños del mundo. Hoy, tiene adolescentes que sus casas no dejan salir a adueñarse de las pistas y veredas cada tarde. Tiene adolescentes que los viejos vecinos ya no conocen. Adolescentes que en sus redes sociales sobrepasan los miles de amigos pero que en el barrio no saludan a sus vecinos. Calles tristes que añoran las décadas en que alocados adolescentes de generaciones pasadas transformaban cada atardecer en un universo de risas y amores nuevos cada día. Calles tristes que han dejado pasar el tiempo y se han hecho modernas, acorde con las épocas actuales, tan actuales como el vacío en que viven los hogares que ya no pueden arrojar adolescentes a conquistar con sus cantos de alegría y esperanza el mundo que se les presentaba cada atardecer.