sábado, 8 de noviembre de 2014

Adiós a las navidades...

Era temprano, salí de mi habitación y me dirigí a la sala. El mueble rojo estaba pegado a la pared, frente al televisor. Me senté en un extremo y estuve en silencio sin decidirme a encenderlo. Habrían pasado unos 10 minutos, absorto en mis pensamientos, cuando ingresaron mis padres. Era fines de noviembre y ya se sentía la navidad por todos lados. Mamá y mis hermanas decoraron la casa con los adornos de la época que tenían de años anteriores. Recuerdo que el árbol era de un palo de escoba que ella misma había forrado con papel metálico plateado y las ramas estaban confeccionadas de fierros forrados de igual  manera, con ciertos detalles que lo asemejaban a las hojas. El nacimiento tenía mejor presencia. En esto, yo les había ayudado. Conseguimos unas cajas en la tienda de don Cruz y mamá compró papeles navideños en el mercado. Solo tres porque el presupuesto no era muy bueno. Todo lo colocamos sobre una mesita y lo pegamos en un rincón. El árbol se colocó a un costado. Imaginaba por dónde entraría Papá Noel, si no teníamos chimenea. Mis padres se detuvieron frente al nacimiento. Parece que no se percataron de que yo estaba allí. Hablaban de muchas cosas. no recuerdo cuáles. Hace algunos meses, paseando por el mercado con mamá, vi un carrito azul con llantas negras enormes. Desde ese día, no dejé de pensar en que Papá Noel debería traerme uno. Por eso cuando noté que no teníamos chimenea, me preocupé. Revisaba toda la habitación con la mirada mientras mis padres conversaban sus cosas. Miraba el nacimiento y el árbol. Empecé a recorrer el techo. Mis ojos se hicieron enormes cuando vi una pequeña abertura en una esquina. Era muy pequeña y según había visto, Papá Noel era muy gordo. Ni yo podría pasar por allí. Y si ponía una notita por la parte de afuera en la que pedía a Papá Noel que pase mi regalo por el agujero y lo descienda con una pitita. Yo no me molestaría si no lo encuentraba al pie del árbol. ¿Y si Papá Noel no trae una pitita? Entonces, tengo que adicionarle una pitita a la nota. Esa parte esta solucionada. Ahora,  cómo llego al techo sin que mis padres se enteren y sin que me descalabre en el intento. Eso no sería tan sencillo. Podría hablar con don Walter para que me preste su escalera. Solo tendría que esperar a que mis papás salgan de casa e ir a convencer a don Walter. Le diría que mi pelota - la que no tenía - se fue al techo. La escalera era grande, no podría traerla yo solo. Tendría que decirle a don Walter la verdad para que me ayude. ¿Y si no quiere hacerlo? Bueno, tendría que hacer un trato con él. Le voy a pedir un regalo para él también. Pero debe ser pequeño para que pase por el agujero del techo. Espero que Papá Noel entienda. Mamá y papá seguían conversando sin notar mi presencia. Papá la abrazó tiernamente. Me pareció que ella lloraba. Parecía que a papá lo iban a sacar del trabajo. Pero, eso no era para preocuparse porque él conseguiría otro. Mamá seguía llorando. Papá dijo algunas cosas que me desconcertaron. "Este año no podremos comprarles regalos a los chicos". Lo quedé viendo algo confundido. Sentí que mi corazón empezaba a latir con fuerza. Algo no estaba bien. Por qué decían eso si ellos no eran los encargados de los regalos. Miré el agujero y sentí que se hizo mucho mas pequeño de lo que era. Mis papás salieron de la habitación. No podía moverme. El cuerpo me temblaba. La escalera de don Walter se me hacía tan inmensa que creía que ni él podría cargarla. Y que no lo haría ni por todos los regalos del mundo. Esa navidad, me quedé despierto en mi cama. Quería demostrarles que Papá Noel vendría. Dieron las 12 de la medianoche. Me cubrí totalmente. Nada. De repente, se escucharon unos ruidos extraños en el techo... Cerré los ojos, no quise saber lo que estaba pasando. Cerré los ojos. No quise saber de nada.