viernes, 14 de junio de 2019

馃敶馃煝 Campe贸n

Todo sucedi贸 en el local de Gloria. Los chiquillos del barrio, cada fin de semana, nos reun铆amos para beber algunas cervezas. Lo merec铆amos: de lunes a s谩bado trabaj谩bamos duro; pero  los fines de semana, cambi谩bamos la rutina.
Ser铆a al rededor de la medianoche. Pap谩, como nunca, lleg贸 a buscarme. Cuando ingres贸, todos voltearon a verlo. Yo me qued茅 en una pieza. Epa se le acerc贸 y lo invit贸 para que se nos uniera. No s茅 que pas贸 por su cabeza, pero termin贸 aceptando, a pesar de lo cr铆tico que era con mis amistades. Las cervezas iban y ven铆an mientras las horas avanzaban. Desde que pap谩 lleg贸, hasta ese momento estuve muy inc贸modo porque estaba invadiendo mi espacio, un espacio que no le pertenec铆a. Los dem谩s parec铆an no notarlo. Por su forma de ser, hab铆a colonizado con sus bromas y mil ocurrencias todo mi territorio.
En medio de las risas y saludes, pap谩 se acerc贸 lento y tambaleante al centro del grupo. Con 茅l llevaba arrastrando la vieja mesa que estuvo en silencio, a un lado, como esperando a que la tom茅 en cuenta para su haza帽a. Todos se detuvieron y giraron a mirarlo. Se coloc贸 frente a m铆. Fue levantando la mesa sobre su cabeza mientras mis ojos casi sal铆an de sus 贸rbitas. Nuestras miradas se encontraron. Fue cuando empez贸 a gritar que yo era un campe贸n. Lo repiti贸 unas dos o tres veces.
Recuerdo que Cohique, que tal vez not贸 que estaba avergonzado, se me acerc贸 y me dijo que lo que mi pap谩 quer铆a demostrarle a todos era que yo era muy importante para 茅l.

De eso han pasado casi treinta a帽os. En ese lapso, pap谩 se ha vuelto viejo y yo, un adulto poco exitoso. Pap谩 ya no puede caminar bien, menos cargar una mesa sobre su cabeza. Pero cuando me mira, siento  que sigue gritando que soy un campe贸n... que sigo siendo su campe贸n.